He de confesar que convertirme en mamá no estaba en mis planes como uno de los más grandes anhelos, sabía que eventualmente llegaría el día, me entusiasmaba la idea y sí me imaginaba que algún día esto sucedería, sin embargo no era algo que me quitara el sueño.
Siempre he sido una mujer que ha tenido como prioridad su desarrollo profesional, su carrera universitaria, su trabajo. ¿Los motivos? Empiezo a pensar en términos psicológicos que incluso podría ser una fuerte necesidad y dependencia del reconocimiento y del "éxito".
Con la llegada de mi primer hijo nunca pensé en pausar mi desarrollo profesional, como sea íbamos a encontrar la manera de resolver, existen miles de guarderías, en fin, opciones había; así que sin dudarlo, la decisión prácticamente estaba tomada, en cuanto naciera el bebé y cumpliera con la edad requerida, la guardería lo estaría esperando.
La llegada de mi segundo bebé fue, hasta cierto punto, sorpresiva. Sí, honestamente no sabíamos que llegaría. Cuando nos enteramos, dos cosas sucedieron simultáneamente: emoción y angustia. Emoción porque la llegada de un bebé, para mí, siempre es motivo de celebración. Angustia: ¿qué pasaría ahora con la logística y la economía del hogar?
Muchas cosas han pasado en estos últimos años, y si lo pudiera describir, como siempre lo digo, ha sido una verdadera montaña rusa de emociones. Hemos pasado por todo tipo de situaciones: accidentes automovilísticos, operaciones y temas de salud, desempleo, crisis matrimonial, etc., sin embargo ahora que veo hacia atrás, me doy cuenta de todo lo que hemos crecido como personas, como familia, como seres humanos.
El día que llegaron mis hijos a mi vida no estaba previamente visualizado, no sabía cómo sería Natalia Mamá, no sabía todas las adaptaciones que tendríamos que trabajar como pareja y por supuesto, no tenía idea sobre los retos económicos que viviríamos como familia.
Las presiones y angustias que alguna vez experimenté antes de ser mamá, no se comparan con las que hoy tengo, pero lo mismo sucede con las alegrías. Creo que jamás en mi vida había sentido una profunda felicidad, como la de escuchar un mami, te amo.
Todos los días se nos presentan retos inimaginables, decisiones que tenemos que tomar, prioridades que debemos ordenar, y es justo un momento así el que hoy atravieso.
El día que llegaron mis hijos sí, sí tuve esa idea romántica de la maternidad perfecta, del hermoso bebé dormido tranquilamente, de la felicidad absoluta como matrimonio, de la hermosa comida perfecta en la mesa del comedor, de la impresionante habilidad que tendría para manejar y controlar la vida y lo que ella trajera, de la gran hazaña que con éxito alcanzaría al ser una exitosa mamá profesionista.
De todo lo que dije, creo que ni una sola cosa sucedió como yo lo imaginaba, todo ha sido mucho más difícil, mucho más retador.